Hoy se cumplen exactamente cincuenta años desde que vio la luz una de las mejores revistas hechas en esta larga y angosta faja de tierra; la revista Mampato. A su vez, se cumplen exactamente diez años desde que inicié este blog cuyo propósito era ofrecer un espacio dedicado a compartir nuestras impresiones, experiencias y recuerdos de aquella gran iniciativa que fue posible gracias a un gran hombre, como fue Eduardo Armstrong. Sin él, sin su entusiasmo y sin su empeño, no habría sido posible que los niños y jóvenes chilenos pudieran disfrutar durante casi una década de esa entrañable revista a la que aún hoy recordamos con cariño y mucha nostalgia.
En estos cincuenta años el país ha cambiado mucho. No sólo porque Mampato es una revista que existió en el siglo pasado (¡qué tremendo suena eso!) sino que también porque Chile era entonces un país más pobre, mucho más humilde, los chilenos éramos menos y en muchas de nuestras casas citadinas criábamos gallinas y patos. Desde entonces hasta hoy, el ingreso del país se multiplicó casi por veinte, en tanto que la población aumentó sólo al doble en el mismo período. Por su parte, la pobreza disminuyó a la mitad y hoy es poco probable encontrar gallineros en los patios de las casas para abastecernos de huevos y carne fresca.
Una revista como Mampato, no todos los niños podían haberla leído puesto que muchos niños aún vivían en la miseria, la escolaridad obligatoria era sólo de 8 años y no de 12 como hoy, y tan sólo unos años antes, en el momento en que se inició la reforma educacional del gobierno de Frei Montalva, la mitad de los niños y jóvenes estaban fuera del sistema escolar.
Es cierto que Chile era una sociedad más pobre materialmente que la de hoy, pero pareciera que en su pobreza como en su humildad, esa sociedad de entonces era quizás también más integrada socialmente. La vida transcurría en múltiples espacios de sociabilidad, los niños solían jugar en la calle, se veía muy poca televisión y nadie estaba preocupado de adquirir y adquirir bienes sin razón alguna, como suele ocurrir hoy en día.
El Chile de entonces es el que aparece reflejado en las páginas de la revista Mampato y es el Chile que, con sus miserias y grandezas, fue capaz de ofrecerle a los niños una forma entretenida de aprender sobre prácticamente todos los campos del saber y de conocer mundos y sociedades de las que difícilmente podrían haber sabido de otro modo.
Reducir la revista Mampato a las páginas de historietas que contenía sería tremendamente injusto porque Mampato fue mucho más que una "revista de monitos". Fue una ventana al mundo, a la cultura, al saber y fue un espacio para la formación de valores fundamentales para la convivencia humana. Hay quienes sostienen que parte de las caricaturas que se han construido acerca de la Edad Media, son aquellas que la pintan como una época de oscurantismo, enfermedades calamitosas e ignorancia al servicio de los poderosos; ignorando que esa fue también una época en la que la vida en comunidad fue fuente de profundos valores que fueron posteriormente arrasados por esa fuerza capaz de profanar todo lo sagrado y de desvanecer todo lo sólido en el aire. De alguna manera, el Chile que hoy está rozando el umbral de los países de mayores ingresos, parece mirar con el mismo desdén a ese país que vio nacer a Mampato. Y aunque se trataba de un país con múltiples y graves problemas, había algo que parece haberse perdido en la actualidad. Una revista como Mampato hoy no tendría sentido. No porque los niños de hoy sean frívolos o simplemente incultos sino porque en tan sólo cinco décadas, ese mundo que entonces anunciaba profundos cambios, ha quedado muy atrás para nosotros. Sumergirnos en las páginas de Mampato es como meterse en una máquina del tiempo. Leer las cartas al director, escritas con respeto y admiración; o leer los mensajes de niños que buscaban establecer correspondencia con otros niños de Chile y del extranjero, nos muestra un mundo que nos resulta ya muy ajeno. Pero volver a leer las páginas de Mampato sigue siendo una de las cosas que muchos de quienes crecimos a su alero, y que hoy superamos el medio siglo de vida, seguimos haciendo con asiduidad. Y como aquella primera vez que llegó a nuestras manos, seguimos emocionándonos con sus historias y valorando infinitamente el que es, sin lugar a dudas, uno de los principales legados culturales del Chile de esos años. Un legado que sin el trabajo de Eduardo Armstrong no hubiese sido posible.
Dicen que las personas más valiosas son las que primero parten de este mundo. Si lo hacen para fundirse con el infinito o para encontrarse con el Creador, no lo sé. Pero sí tengo la convicción de que el vacío que dejan es proporcional a la magnitud de su aporte para hacer de ésta, una mejor sociedad. Vayan a Eduardo Armstrong nuestros eternos agradecimientos por habernos permitido disfrutar de este pedacito de felicidad durante tantos años.
A modo de homenaje, comparto aquí el libro que recorre la obra de Armstrong. Gracias a mi amigo Leonardo Lazcano pude preparar esta edición digital que podrán leer y de ese modo recordar al gran artífice de nuestra querida, entrañable y siempre recordada revista Mampato.